Entrevista con Anna Tarragona & Lars Höhne

Edith Minkner conversa con los arquitectos Anna Tarragona y Lars Höhne

A lo largo de los últimos años hemos hablado con Anna Tarragona y Lars Höhne sobre diferentes aspectos de la arquitectura: arte, luz, tecnología de las viviendas, paisajismo y muchos otros temas. Hoy nos encontramos con ellos en Calvià, donde dirigen uno de los estudios de referencia en Mallorca especializados en viviendas unifamiliares de alta gama y villas de lujo.

EM: En vuestros proyectos siempre se percibe una gran pasión por la buena arquitectura. ¿De dónde nació vuestro deseo de diseñar y construir?

AT: Yo crecí en Barcelona, rodeada de una arquitectura magnífica. Uno de mis primeros referentes fue la Fundació Joan Miró, obra de Josep Lluís Sert. Recuerdo pensar: en espacios así no sólo debería mostrarse arte, también debería poder vivirse. Esa impresión me marcó y todavía hoy intentamos transmitir esa misma atmósfera de luz, arte y belleza en nuestros proyectos.

LH: En mi caso, la vocación de crear siempre estuvo presente. Crecí en una vivienda moderna, con un concepto abierto y grandes superficies acristaladas. Mis padres eran arquitectos, así que en casa todo giraba en torno al diseño, las ideas, pero también a la viabilidad técnica de los proyectos. Anna y yo venimos de trayectorias distintas, pero los dos compartíamos desde el inicio ese impulso interior, que hoy se refleja de manera natural en nuestro trabajo conjunto.

EM: Vivís y trabajáis juntos. ¿Qué aporta eso a vuestra manera de ejercer la profesión?

AT: Desde jovenes vimos lo valioso que resulta compartir la vida privada y la vida profesional. En ambos casos, nuestros padres trabajaban conjuntamente, y esa experiencia de confianza y complementariedad nos marcó mucho.

LH: Más tarde, al estudiar y trabajar entre Barcelona y Frankfurt, aprendimos a apreciar las diferentes formas de entender no solo la arquitectura, sino también la planificación y la construcción. Esa experiencia nos hizo más sensibles y nos enseñó a observar los proyectos desde múltiples ángulos.

AT: Y precisamente esa visión abierta nos ayuda a entender muy bien a nuestros clientes. Muchos de ellos son internacionales y con un nivel de exigencia muy alto. Poder abordar un proyecto desde perspectivas distintas nos permite ofrecer una arquitectura verdaderamente a medida.

EM: Ya teníais un estudio consolidado en Frankfurt. ¿Qué os llevó a fundar vuestro despacho en Mallorca?

LH: Visto en retrospectiva, era casi inevitable. En 2002 abrimos el despacho en Mallorca porque no hay muchos lugares donde se combinen tantos factores para hacer buena arquitectura: naturaleza, cultura y un nivel de exigencia altísimo por parte de los clientes.

AT: Mallorca es un punto de encuentro perfecto entre el norte de Europa y el estilo de vida mediterráneo. Para nosotros, Calvià es la base ideal: tranquilidad, naturaleza e inspiración, y al mismo tiempo a un paso de la mayoría de nuestros proyectos.

EM: ¿Dónde encontráis la inspiración a la hora de diseñar?

LH: Nos inspiramos en muchas cosas, pero lo más importante siempre es el propio solar. Cada lugar tiene su carácter: la topografía, la luz, la atmósfera. La buena arquitectura debe ser capaz de captar ese espíritu y potenciarlo, y eso es lo que buscamos en cada proyecto.

AT: Al mismo tiempo, el diálogo con los clientes es una fuente constante de ideas. Cada proyecto parte de una sensación o espíritu que anclamos en el concepto desde el inicio. Cuando esa base es sólida, todo lo demás fluye: desde la secuencia de los espacios hasta el detalle del mobiliario. Así una casa se convierte en parte del paisaje y a la vez refleja la personalidad de quienes la habitan.

EM: ¿Qué es lo que más disfrutáis de vuestro trabajo?

AT: Para mí, lo apasionante es el propio proceso de diseño. Ese instante en que aparecen las primeras perspectivas y tienes la certeza de haber encontrado la solución adecuada para un lugar concreto. La arquitectura es compleja y requiere paciencia, pero cuando una idea se convierte en un espacio construido, es un momento muy emocionante.

LH: Para mí, lo más gratificante llega cuando la casa empieza a ser vivida. Ver cómo los clientes se instalan, cómo los espacios se llenan de vida, de familia y amigos… es entonces cuando la arquitectura cumple su verdadero propósito. Y es ahí cuando recordamos por qué ejercemos esta profesión con tanta pasión.

EM: ¿Cuál es el mayor cumplido que os pueden hacer?

AT: Lo que más valoro es cuando los clientes nos dicen que en todo momento se sintieron escuchados y comprendidos. Escuchar de verdad es esencial para convertir un sueño personal en una realidad construida.

LH: Y cuando al final de un proyecto alguien dice: «Ha sido un placer construir con vosotros», ese es el mejor cumplido posible. Porque edificar una vivienda no debería ser una fuente de preocupación, sino de placer.